¿Cómo es posible que en una misma situación adversa, en entornos hostiles y desfavorables, hay gente capaz de sobreponerse a ciertas dificultades y seguir adelante mientras otros fracasan? Las comodidades que ofrece nuestra sociedad competitiva y despiadada nos han hecho incapaces de afrontar la realidad que nosotros mismos hemos creado. Una paradoja cuya principal clave es la denominada resiliencia.
En psicología, entendemos como resiliencia la capacidad de las personas para sobreponerse a las dificultades y traumas emocionales, así como para enfrentarse al estrés y las presiones ambientales, saliendo fortalecido de ello.
Se trata de un término especialmente acuñado por la psicología positiva; sin embargo, mientras que ésta rama de estudio se ha centrado en aplicar la vertiente más constructiva de dicha capacidad: cómo mejorarla, sus beneficios y aplicaciones, etc. Pienso que también sería interesante analizarlo a través de su antítesis: por qué se observa una falta de resiliencia creciente y a qué es debida.
Como tantas otras características intangibles del ser humano, la resiliencia tiene una base bio-psico-social: En lo biológico destacan mayores niveles de serotonina, en lo psicológico una mayor autoestima, autocontrol e introspección (locus de control interno); y en lo social más y mejores conexiones afectivas y soporte familiar, entre otros.
Por lo tanto y respondiendo a la primera pregunta de dicho artículo, podríamos concluir que una buena educación afectiva y social sería la clave para sobreponerse a una cierta predisposición biológica hacia esta capacidad. Entendiendo por educación, no simplemente aquella regulada, sino todas las experiencias personales internas y afectivas a las que se ha enfrentado el individuo des de su desarrollo más temprano. De modo que dos sujetos en una aparente situación similar, puede haber experimentado pérdidas y conflictos internos que los distingan de su par, ayudándoles a encajar golpes ante los que el otro sucumbiría. Y es que en definitiva, la resiliencia se podría sintetizar con el dicho popular: “lo que no te mata, te hace más fuerte.”
Mi reflexión es la siguiente: ¿la sociedad del bienestar está creando a individuos débiles y poco resilientes? ¿Cuál es el equilibrio y cómo deberían enfocarse futuras reformas en este sentido? Está claro que la situación de precariedad por la que pasamos actualmente pondrá a prueba estas respuestas y seguro que los psicólogos tendremos un papel importante en su gestión.