Exceso de madurez: La importancia de disfrutar de la incomodidad

madueresa

Cuando estamos nerviosos, nos sentimos vivos.

Cuando estamos alerta, lo damos todo.

Cuando estamos lejos de nuestra zona de confort, crecemos.

Normalmente suelo reforzar a mis pacientes siempre que demuestran signos de madurez, cuando son capaces de sobreponerse a las exigencias de las pulsiones y los instintos que su niño interior llama para satisfacer; pero este refuerzo no siempre es positivo.

Es fácil reconocer el síndrome de Peter Pan en aquellos hombres que tienen miedo al compromiso o los que no expresan lo que sienten por miedo a mostrarse vulnerables; también en aquellas mujeres neuróticas que no consiguen ponerse en la piel de los demás y que viven una constante montaña rusa emocional. La inmadurez es muy evidente.

Pero, ¿qué pasa con las personas demasiado maduras? Existen. Y como en todos los extremos, de repente encuentran que no encajan, algo falla y no se ajusta bien, pero esta vez de un modo mucho más sutil. El exceso de madurez toma forma de insatisfacción existencial, un malestar siempre presente en la periferia de nuestro pensamiento, anhedonia, sentimientos depresivos y ansiedad al darse cuenta de que no se es quien uno/a realmente querría ser.

Las personas excesivamente maduras que he conocido se preocupan de cuanto las rodea hasta el punto de olvidarse de sí mismas, se amoldan a unas rutinas porque es lo que conviene, lo mejor a largo plazo; son aquellas personas que hacen lo que se debe hacer, lo que les mandan, lo más práctico ¿lo correcto? Tienen las cosas claras, demasiado claras. Quizás les molesta perder el tiempo, dejar de ser productivos, no atender lo suficientemente sus obligaciones familiares o decepcionar a los amigos y conocidos. ¿Quién puede quejarse de alguien sobradamente auto-crítico, comprensivo, educado y reflexivo?

Exces maduresa

Lo que recomiendo a estas personas es no descuidar el “niño interior” que habitualmente tendemos a aleccionar. La parte infantil quiere jugar y no tiene miedo a los cambios porque está en constante movimiento, no disfruta quedándose en una zona de confort, necesita retos que la pongan a prueba y sabe que quien no arriesga no gana!

Este niño conoce algo que muchos adultos ignoramos o hemos olvidado: que sentirnos incómodos significa que aún hay cosas por aprender y que esto también puede ser fascinante.

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